El nuevo gobierno democrático heredaría una compleja situación macroeconómica y una dinámica sectorial estancada.
Por: José Antonio Alberti. Economista de profesión y Magister en Comercio Internacional. Cuenta con Especialidad en Educación Superior (UAGRM)
El 2019 concluimos con un crecimiento económico mediocre en torno a menos del 3.0 por ciento, tasa menor registrada desde el periodo 2009, cuando el crecimiento fue de 3.36 por ciento. Año donde el país sintió los efectos de la crisis financiera internacional, junto con el cambio en la relación de los términos de intercambio.
A continuación, y según datos oficiales disponibles, la inflación acumulada al mes de noviembre alcanzó 3.06 por ciento proyectándose una inflación a final del periodo de 3.2 por ciento. La evolución de los precios básicos de la canasta familiar durante el 2019 se encuentran en sintonía con el gasto del gobierno y de las familias donde se evidenció una menor demanda de productos y servicios. Para el 2020 las expectativas de la inflación estarían en el umbral de 3.0 y 4 por ciento.
Por otro lado, se observó un crecimiento acumulado al segundo trimestre de 2019 de 3.13 por ciento. La disminución de la producción de hidrocarburos y minerales junto con menores precios de exportación fueron las detonantes de un desempeño económico mediocre, replicándose el mismo comportamiento hasta final de periodo.
Para el 2020, las expectativas de crecimiento económico son muy conservadoras, al menos para el primer semestre 2020. Estas responden básicamente al factor político con dos procesos eleccionarios que se tienen que materializar a nivel nacional y subnacional. El proceso de pacificación del país y los enormes esfuerzos de restituir el orden constitucional y recuperar las instituciones que fueron coptadas por la dictadura, que casi duro 14 años, han sido certeras por el momento. No obstante, los agentes aprecian riesgos asociados nuevamente con la polarización política, con los acuerdos y consensos políticos, y hasta las amenazas de un posible retorno de la dictadura. En ese sentido, la lectura de la realidad y la virtud de la responsabilidad histórica de los actores políticos y de la población, serán determinantes para cambiar el curso actual de la economía.
Otra variable que preocupa seriamente es la elevada deuda externa e interna que se encuentra en los límites de sostenibilidad, siendo esta otra de las herencias de la dictadura que podría comprometer la estabilidad macroeconómica si no se hacen las correcciones necesarias. Los niveles de deuda están asociados al continuo déficit fiscal que se dan desde el 2014, fruto del gasto discrecional y la corrupción.
Para el 2019 se espera un déficit fiscal acumulado del 8 por ciento, es decir un hueco de ingresos que hay que cubrir con aproximadamente 3.000 mil millones de dólares, donde las alternativas de financiamiento son limitadas. Por un lado recurrir a las RIN, por otro a mayor endeudamiento o un ajuste fiscal, inclusive un mix de políticas, pero en cualquiera de los escenarios el ajuste fiscal es un imperativo. Caso contrario el riesgo de quedarnos sin reservas es real. En ese sentido el nuevo gobierno democrático heredaría una compleja situación macroeconómica y una dinámica sectorial estancada. Con todo, el retorno de la paz social, la democracia y libertad son los mejores alicientes para un mejor porvenir, no lo dudo.