Existe una sana corriente de renovación empresaria a partir de nnovación emergente de emprendedores solitarios y startups.
Para escribir acerca de la situación del país en un tema complejo como el que encabeza este artículo, me remito al Ranking Bloomberg 2019 / Países innovadores. Dicho documento que mide la innovación de una nación contempla indicadores de I+D (Investigación y Desarrollo), manufactura avanzada, peso de los sectores de alta tecnología, investigadores y patentes, entre otras tantas variables. De nuestro continente y un poco más arriba, Brasil aparece en el puesto 45, Argentina en el 50, Chile 58 y México 59. ¿Los demás? Bien, gracias. Somos patéticamente invisibles en el escenario mundial a la hora de innovar. Nos lo merecemos. No es que seamos menos que otros, simplemente, no existimos. Mientras las universidades sigan pariendo abogados, psicólogos, sociólogos, otros “ólogos” y ningún científico, estamos condenados a ser un país abastecedor de materias primas baratas, las cuales se las entregamos a otros países y nos las devuelven más caras como producto terminado, o sea, un país mercachifle. Hay que salir de semejante comodidad que estanca el presente y condena el futuro económico de Bolivia. ¿Quién tiene la culpa de semejante relajo neuronal? La lista es larga. Empecemos por los gobiernos que siempre –por votos, obvio- han dedicado mayor presupuesto a cualquier ítem menos a la investigación y desarrollo. Acá, al igual que un escritor o maestro, un científico se muere de hambre. Y más apoyo económico se enfoca en invitar a un actor gringo (por ejemplo, al Carnaval de Oruro), que a las ferias científicas que con mucho esfuerzo y talento realizan colegios y universidades.
¿Qué podemos hacer para sortear semejante dilema entre la chatura mental versus el desarrollo? Lo mismo que ya se está convirtiendo en moneda diaria: Intentar brillar a través del esfuerzo hormiga de empresas privadas, cámaras y asociaciones comerciales, como también de instituciones que promuevan el emprendimiento a todo nivel, en especial, aquellas que trabajan sobre el genoma de inicio de las personas emprendedoras, algo que concuerda muy bien con el espíritu inquieto y creativo de las nuevas generaciones (Millennials). Y si el lector piensa que innovar tiene que ver con invertir grandes sumas de dinero, bien vale un comentario del célebre Steve Jobs (cofundador y presidente de Apple), respecto al tema: “La innovación no tiene nada que ver con cuántos dólares has invertido. Cuando Apple apareció con el Mac, IBM gastaba 100 veces más en investigación y desarrollo. No es un tema de cantidades, sino de la gente que posees, cómo los guías y cuánto obtienes de ellos”. Gente creativa, de eso se trata.
Por mi trabajo y experiencia laboral doy fe de haber encontrado gente extremadamente creativa en Bolivia. Son aquellos que sobrevivieron a la educación cuadrada prusiana –leer Modelo Prusiano de Educación- que aún impera por este castigado continente. Confieso haber encontrado excelentes muestras de talento e ingenio innovador boliviano en los eventos que a diario aparecen tratando de impulsar el ecosistema emprendedor nacional. Existe una sana y bienvenida corriente de renovación empresaria a partir de la innovación emergente de emprendedores solitarios y startups, las cuales encuentran apoyo y guía a través de incubadoras e impulsadoras “Made in Bolivia”. Se me ocurre que por esta vía llegará el país a generar rápidamente más innovación, aunque si queremos jugar en las ligas mayores -Ranking Bloomberg y otros- la sartén por el mango la tiene los gobiernos, ya que implica adquirir conocimiento y tecnología aún no aterrizada en el país, como también, la siembra de nuevos investigadores en todas las áreas de la economía nacional.
¿Le cuento un sueño? Que se incorporen las materias de Creatividad, Innovación, Trabajo en equipo, Programación –un lenguaje tan útil como el inglés en el corto plazo- e Investigación en los ciclos primarios y secundarios de los colegios. Que los niños (los famosos hombres y mujeres del mañana), aprendan a tener una mentalidad “fuera de la caja” desde temprano. Que aprendan a encontrar soluciones originales a problemas tradicionales. Que entiendan que siempre se puede acortar el paso de un proceso sin deteriorar el resultado final. Que la tecnología es un recurso inevitable de la innovación en todos los órdenes de la vida, no simplemente el laboral. Que la automatización generará un desempleo despiadado –como lo viene haciendo- en los próximos diez años, y tendrán ingreso asegurado al mercado laboral las carreras, profesiones o habilidades donde “el piense” siga marcando la diferencia competitiva. En resumen, hay que pasar a la acción de forma inmediata. El mundo no espera. La innovación tampoco.

Director de Hispanic Synergy Florida Group, USA