Bolivia se encuentra en los últimas posiciones de indicadores internacionales de productividad, competitividad y de hacer negocios.
Facebook, WhatsApp e Instagram hubieran tenido el mismo éxito global y desarrollo tecnológico de haber sido creado en Bolivia?. Esta pregunta que parece simple, resulta bastante compleja de responder. Probablemente la respuesta más realista es que estas redes sociales no tendrían el mismo boom de haberse descubierto en nuestro país, lo que nos lleva a la siguiente pregunta lógica. ¿Por qué?.
De manera muy simplificada podríamos argumentar dos cuellos de botella central que limitan las ideas y por ende la probabilidad de éxito de emprendimientos en nuestro país, y con ello generación de riqueza, ingresos y empleos.
En primer lugar contamos con leyes y regulaciones rentistas delimitando la generación de riquezas. Por ejemplo, la dificultad para ser formal o entrar y salir del mercado representa un costo irrisorio para los generadores de ideas. Otro ejemplo que es aún más vergonzoso se asienta en la actual regulación laboral qué además de ser onerosa y arbitraria no permite libertad de acción, inclusive de decisión para permitir que esas ideas, emprendimientos, rápidamente se materialicen, crezcan y sean exitosas.
Por otro lado se encuentran los incentivos. Viendo algunas experiencias en países vecinos como Chile o Perú, entre otros países Sudamericanos, se puede observar la existencia de ecosistemas robustos de incentivos. Por ejemplo, para desarrollar Startup, incubadoras o aceleradoras se cuenta con una estrategia nacional que promueva la investigación, innovación y el desarrollo tecnológico. Se han creado centros tecnológicos a la par de la conformación de excepciones fiscales como ser zonas económicas especiales y clusters seguido de importantes y accesibles mecanismos de financiamiento, entrenamiento y mentorias. Donde las universidades, empresas, inversionistas y organizaciones civiles juegan un rol catalizador, donde prima la cooperación y complementariedad. Estas políticas han impulsado la diversificación de la producción avanzando hacia la complejidad económica de productos y servicios acumulando de esta manera más conocimiento y riquezas a favor de estas economías.
Estos dos aspectos anteriormente nombrados son disparadores potentes para alentar más emprendimientos a la par de tener como base el imperio de la ley, es decir derechos de propiedad, libertad económica, derechos humanos e independencia de poderes.
En la realidad, Bolivia se encuentra en los últimas posiciones de indicadores internacionales de productividad, competitividad y de hacer negocios. Ni que decir de la ingesta de corrupción imperante en los últimos años obstaculizando la generación de riqueza.
Entonces, de qué connacionales no se encuentren en el ranking de millonarios de la revista Forbes, estarían asociados por la colusión y cultura rentista entre el poder político y económico con un marco regulatorio e institucional excluyente que inhibe las ideas, la competencia, la innovación y la igualdad de oportunidades en nuestro país.