El gobierno reiteró la información sobre el PGE 2022, mientras que los organismos internacionales vaticinan un año de incertidumbre y una fuerte desaceleración del crecimiento.
El Ministerio de Economía y Finanzas anunció que el Presupuesto General del Estado (PGE) 2022 perfila un crecimiento económico en torno a 5,1% por la dinamización que impulsará la inversión pública, la tasa de inflación estará en 3,4% lo cual garantiza la estabilidad de precios de la canasta familiar y las transferencias a los gobiernos locales se incrementarán en 4,7% con relación a 2021. Con estos indicadores se proyecta una estabilidad económica con la aplicación del Modelo Económico Social Comunitario Productivo (MESCP).
Sobre esta proyección, el analista económico Mike Gemio, atribuyó a que, la inversión pública, la innovación y redistribución de la riqueza, serán los tres elementos que permitirán dinamizar la economía.
“No creo que se desacelere el ritmo de crecimiento este 2022, se habla de un 5%, incluso desde el gobierno. Es probable que cierre su PIB con un 6%”, añadió.
Para Armando Porcel Gutiérrez Ph.D Doctor en Economía y Finanzas y Consultor en Comercio Internacional, la recuperación de la economía nacional respondería a tres propósitos básicos: acelerar el desarrollo económico del país, acortar la brecha que separa a Bolivia del resto de países subdesarrollados, y reactivar la economía, reorientando el aparato productivo.
“Si estas tareas son combinadas en un proceso coherente, podrán la imagen futura de la economía boliviana, a través de la que se reanimaría la actividad productiva y aceleraría el desarrollo para alcanzar una mayor aproximación a las otras economías del continente”, añadió Porcel.
No obstante, a decir de Pablo Mendieta, director del Centro Boliviano de Economía (CEBEC) de CAINCO, a nivel global hubo una recuperación incompleta, puesto que el crecimiento estimado de 6% para 2021 es todavía inferior a la caída de 8,8% experimentada en 2020.
“Si se toma como referencia 2019, Bolivia es uno de los países con menor recuperación en Latinoamérica, tal como lo reporta la consultora argentina Invecq”, dijo. (Gráfico 1).
Asimismo, Mendieta señaló que dentro del PIB boliviano existe una diversidad sectorial a tomar en cuenta. De hecho, la información oficial del INE del indicador global de actividad económica (IGAE) hasta agosto de 2021 muestra que el 70% del crecimiento de la economía se concentra en cuatro sectores: transporte, minería, industria y construcción, ninguno de los cuales ha recuperado el nivel observado de 2019.
Dado el desempeño mejor de lo esperado en 2021 por el comportamiento de los sectores mencionados, se espera que el crecimiento sea más modesto en 2022.
“Estimamos que el crecimiento esté por debajo del 4%, lo cual también está en línea con la proyección de organismos internacionales como la CEPAL (3,2%) y el Banco Mundial (3,5%)”, indicó Mendieta.
No obstante y para aumentar el crecimiento de mediano plazo se requieren medidas que mejoren la productividad y la eficiencia, así como puedan promover un mejor clima de inversión y mayor capital humano, aseguró el director del CEBEC.
En el primer aspecto será crucial reducir las regulaciones que impiden el crecimiento sectorial y la reasignación de recursos; en el segundo, inversión, promover leyes y políticas que faciliten la formación de capital en sectores de alto rendimiento social; y en lo de talento humano, mejorar las habilidades y competencias.
Todo ello puede ser facilitado con mayor confianza al interior de la sociedad y entre los actores público y privado, como lo muestra la última publicación insignia del BID presentada este mes (Confianza: la clave de la cohesión social y el crecimiento en América Latina y el Caribe), lo cual explicaría el alto grado de informalidad en el país y, por ende, la baja productividad, apuntó Mendieta.
Entonces, la desaceleración de las principales economías del mundo, la situación actual de la pandemia y sus secuelas es sincronizada y similar en la región y en el mundo. En todos los países el patrón es el mismo, una caída profunda en 2020, seguida de un crecimiento por base de comparación estadística en 2021 y una desaceleración marcada en 2022 (ver gráfico 2).
Porcel señaló que el efecto de las asimetrías entre países desarrollados y países emergentes con relación al crecimiento de 2021, en 2022 habría de esperarse una disminución en función a la reactivación económica y reordenamiento del aparato productivo, no dejando el peso solamente en la agroindustria, será necesario afrontar seriamente una política industrial que logre el crecimiento armónico de los demás sectores de actividad económica, recuperando el crecimiento del sector manufacturero.
OPINIÓN
José Antonio Alberti, analista económico
El desempeño económico nacional viene golpeado por la pandemia, la incertidumbre política, la falta de acuerdos y consensos, pero fundamentalmente por la falta de conocimiento productivo, es decir innovación. Actualmente, la economía global descansa en la innovación y el saber hacer productivo como factores de competitividad, crecimiento sostenido y por ende de prosperidad. Dado el contexto específico de Bolivia, una mayor inversión en innovación puede ser utilizada como un mecanismo poderoso para enfrentarse a varios retos como la pobreza, la desigualdad y la baja productividad.
La estructura económica de Bolivia no se basa primordialmente en sectores tecnológicamente avanzados, sino en un concepto de ventajas comparativas, centrado en la abundancia relativa de recursos naturales haciéndonos una sociedad rentista, retenida en la pobreza. En ese sentido, hay que pasar de un estado benefactor a un estado innovador, esta sería verdaderamente una revolución autentica.
Según el reconocido Reporte Global de Competitividad, del Foro Económico Mundial. Bolivia sufre de una situación deficitaria en términos de innovación. Poca capacidad de las empresas para adoptar y aprovechar los avances en la información y comunicación tecnológica, junto con una baja inversión tanto pública como privada en Investigación, Desarrollo e Innovación (I+D+i). Es un prerrequisito la construcción de Institucionalidad y un ecosistema dedicado íntegramente a la promoción de la innovación utilizando mecanismos de alianzas público privado, incluido en esta ecuación la academia, encaminando una estrategia de largo plazo que nos lleve hacia la transformación productiva.