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Aldana Fernández de Córdova

Aldana Fernández de Córdova

Country Manager – Great Place to Work

¿En quién ponemos nuestra confianza?

Cerramos un año que, para muchos, ha sido uno de los más desafiantes de los últimos tiempos. La coyuntura política y económica del país ha intensificado el estrés, la ansiedad y el desánimo, dejando una sensación generalizada de pesimismo e impotencia frente al futuro. El 2024 estuvo marcado por malas noticias que parecían no dar tregua. Ante este panorama, surge una pregunta clave: ¿En quién ponemos nuestra confianza?
Reflexionando sobre esta interrogante, llegué a una conclusión que no solo aplica en tiempos de crisis, sino también en la vida cotidiana. Esta es, por supuesto, una opinión, que comparto con respeto, ya sea para quienes coincidan conmigo o para aquellos a quienes les invite a mirar desde una nueva perspectiva. Al final, actuamos según lo que pensamos.
La confianza no es algo que se da espontáneamente; se construye con el tiempo, a través de cercanía, disposición y coherencia. Es uno de los vínculos más valiosos y, al mismo tiempo, más frágiles. En el ámbito laboral, es la base de los grandes liderazgos y el pilar de los entornos de trabajo positivos. Su ausencia trae consigo desconfianza, exceso de controles, ocultamiento de información, falta de innovación y miedo. Las personas se protegen, se limitan y, en consecuencia, se estanca el crecimiento personal y colectivo.
En momentos en que la confianza se tambalea, ya sea en el ámbito laboral, político o familiar, vuelve la misma pregunta: ¿En quién ponemos nuestra confianza? Mi respuesta es clara: en nosotros mismos. Podemos experimentar decepciones por los demás, pero traicionarnos a nosotros mismos es el mayor error que podemos cometer.
Con esto en mente, propongo un enfoque basado en las 4P para contribuir, desde cada uno, a la construcción de una mejor sociedad, empresa y familia:

  1. Protagonismo:
    Pasemos de la pasividad al protagonismo. Esto implica asumir la responsabilidad por los resultados que deseamos ver. Es actuar en coherencia con el cambio que anhelamos, dejando de esperar a que otros lo hagan por nosotros. El protagonismo requiere acción, compromiso y hacernos cargo de lo que está en nuestras manos.
  2. Positivismo:
    Cambiemos el negativismo por una actitud positiva. Esto significa elegir palabras de aliento, enfocarnos en los avances, reconocer los aprendizajes que surgen de cada circunstancia, buscar soluciones y proponer mejoras. Una mentalidad abierta y receptiva puede transformar cualquier desafío en una oportunidad.
  3. Paz:
    Abandonemos el abatimiento y busquemos la paz interior. Quien domina sus pensamientos y confía en Dios para descansar sus dificultades, actúa con mayor serenidad y sabiduría. La calma en medio de la adversidad es una fortaleza silenciosa, pero poderosa, que permite tomar decisiones más acertadas.
  4. Perseverancia:
    Pasemos de la rendición a la perseverancia. La constancia es una aliada indispensable del éxito. Las pequeñas acciones repetidas una y otra vez tienen el poder de derribar las barreras más grandes. Perseverar nos lleva a superar las dificultades y avanzar hacia nuestras metas.
    Las crisis son inevitables, pero la forma en que las enfrentamos define el resultado. Si cada uno asume su parte de responsabilidad, con acciones alineadas a un propósito común, estaremos más cerca de construir la Bolivia que merecemos.
    Creo firmemente en el poder del amor, la integridad y el compromiso. Hacer las cosas desde el corazón da frutos abundantes y transformadores. Confío en que este 2025 llegue con la unidad y el protagonismo de cada uno de nosotros, para avanzar juntos hacia un país más próspero y lleno de esperanza.
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