Recordándole que soy Cabrera y no Contreras -por llevar la contra- aclaro que se me solicitó escribir un resumen acerca de “qué hubo de nuevo en Marketing durante el 2024 en Bolivia” y sentí que en mi cabeza se posó un grillo y comenzó a emitir su consabido “cri… cri… cri… cri”. Tiene lógica. Bolivia no es un país creador o generador de modas o tendencias comerciales. Es decir, hechos o situaciones notables y recurrentes en la actividad de Marketing, capaces de traspasar fronteras. Por las características de un mercado que sufre de “Adaptatitis aguda”, de vez en cuándo aparece un chispazo en el horizonte y se transforma en noticia (o chisme), por un par de días. Luego, todo regresa a una monotonía que asusta y deprime a todos aquellos que somos apasionados por el marketing en todo su ámbito y extensión. Sin embargo, puedo citar algunas cosas que llamaron mi atención durante este año, y que si bien no han sido tendencias, las tipifico como hechos curiosos de un mercado en constante involución y revolución marketinera.
- La desesperación por sobresalir
de la manada.
Siento que estas nuevas generaciones no solo están preocupadas porque las escuchen, sino más bien están empeñadas en que las vean. Ser visibles. Parecer (no ser) celebridades. Máxima del día: “Si no te ven y reconocen, no existes”. Peligroso el tema. Porque no todos tienen la posibilidad de sobresalir por lo bueno. Pero la ocasión de sobresalir por bellacadas, cosas ridículas, o como asegura Agustín Laje, por idioteces… ah, allí la cosa es ilimitada. En términos comerciales, para los buitres carroñeros de la mentada sociedad de consumo, esta situación es excepcional, ya que basta crear o descubrir algo “que pegue” y la manada lo repite con la misma devoción que un integrante de secta. - Se fueron las Misses y Reinas.
Pero llegaron los premios sectoriales y profesionales. Recuerdo que hubo una época donde en Bolivia había Misses para todos los gustos. Miss Simpatía, Reina de la Caña, Reina de Antaño, Miss Uña Encarnada, etc. Y de pronto, como por arte de magia, nos llenamos de condecoraciones, galardones, medallas, destaques, reconocimientos, etc. a personas de diferentes sectores que no las conoce ni el mono, o bien, por trabajar en un cargo determinado, se “las convierte” en estrellas rutilantes del acontecer empresarial. Disculpen la franqueza: La vanidad factura bonito. Y todos felices. Fuente: Autobombo News. - La proliferación de empresas
autodenominadas de Marketing.
Y la cantidad de clientes que caen en manos de ellas, para que pasado el tiempo y en base a los inexistentes resultados, confirmen que cayeron en las redes de un par de cuates que estudiaron Diseño Gráfico -loable profesión- y se mezclaron con más amigos (o amigos de los amigos), que tienen contactos o son hijos de empresarios… pero de marketing, realmente marketing, nothing. Otra vez el caso de ser versus parecer. - El pésimo ejemplo de los líderes.
Este es el peor punto del año. Tanto que se habla de liderazgo y se dictan cursos por doquier, nos encontramos con el peor año de liderazgo institucional y gubernamental. No perderé tiempo citando nombres, ni a que institución representan, mucho menos indicar qué silla ornamental calientan en un ministerio, alcaldía, comité, gobernación, sindicato, agrupación o junte semi delictivo. Estamos rodeados de líderes blandengues, corruptos, ineptos, mentirosos y “mete calda” ¡como nunca! Bonito ejemplo para los niños y jóvenes observar a semejante tropel hablando en medios masivos de difusión y redes sociales. Les tendría que dar vergüenza hablar y demostrar la conexión directa entre sus cerebros y tractos digestivos. Si en los próximos años no se genera una nueva raza honesta y sana mentalmente en el país, esto será como un avión de guerra piloteado por un conductor de carrito mocochinchero. Urge un nuevo liderazgo, y que los actuales de un paso al costado, o mejor hacia el frente en un precipicio. - No todas son malas noticias, ni
mala onda.
El premio mayor a lo bueno, a lo lindo, a lo destacable… se lo lleva gente como usted. Que aún tiene esperanza. Que aún tiene fe que todo mal es pasajero. A gente que apuesta y trabaja por un país mejor para sus hijos. Ya que hay que ser muy desgraciado para entregar un país, que por malas elecciones y decisiones, está caminando hacia un futuro abominable. Y no exagero.
Si el país fuera una empresa o si funcionara como ella, estamos “haciéndole ojitos” a un desmadre masivo. A un problema mayor. A meternos en un baile que posee un ritmo infernal. ¿Qué hacer? Pensar bien, obrar bien. Con eso alcanza y sobra. No aflojar ni dejarse comer por la realidad. Comenzar a entender que podemos ser esclavos de decisiones mal tomadas. Pero que aún estamos a tiempo -cada quien desde su puesto de trabajo u hogar- de aportar un granito de arena a encontrar soluciones.
El 2025 es un año en el que debemos incomodar, vivir en voz alta y aceptar que el “noimportismo” no funciona si queremos mejor educación, mejores trabajos, mejores empresas, mejores negocios… Como dice el titular de este inesperado artículo, no enloquecí. Quizás, y espero lo mismo en usted, recuperé la cordura. Feliz Fin de Año y mejor inicio del siguiente, tanto para usted como para toda su familia.