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Pedro Cabrera

Pedro Cabrera

Consultor Senior de Marketing y Comunicación

El otro drama de las empresas familiares

El desafío pasará por vivir y trabajar inteligentemente en una dinámica eterna de cambios, adaptaciones y expansiones.

Por Pedro Cabrera, Consultor Senior de Marketing y Comunicación

Existen numerosos libros sobre este modelo tradicional de empresa, y en casi todos vaticinan que, si no se toman los recaudos necesarios, la tercera generación funde la organización que tomó años crear.
Si bien no existen datos concretos sobre la cantidad de empresas familiares en el país (tomar en cuenta que muchas son informales), podemos inferir que el porcentaje debe oscilar entre el 60 al 80 %. Y volviendo al tema de los vaticinios, se menciona que “tan solo el 9% de las empresas familiares consiguen sobrevivir a la tercera generación, según el Instituto Mexicano de la Empresa Familiar.

Estas compañías aglutinan hasta el 90% del total de pymes del país, por lo que su importancia dentro del sistema es mayúscula y su sucesión debería estar más garantizada”. Si bien estoy comparando dos países muy diferentes en población, PBI y desarrollo empresarial, pienso que existen puntos en común.
Si se observa a las empresas familiares que logran sobrevivir a tan fatídica sentencia, puede apreciarse tres funciones claras: la creadora (es la primera generación), la institucionalizadora (la segunda) y la expansiva (la tercera).

Ahora bien, ¿será que en estos tiempos tan dinámicos y cambiantes, donde han quedado al costado del camino empresas centenarias por problemas de incapacidad de adaptación y/o falta de inversión tecnológica, se puede hablar de una expansión del negocio en el mismo rubro o actividad? Por supuesto que no. A veces hay que aprender de historias empresarias no muy lejanas.

Cuando las compañías tabacaleras más grandes del mundo se dieron cuenta de las constantes restricciones (legales, médicas, etc.), que estaban asolando a los fumadores, rápidamente comenzaron a expandir sus operaciones al rubro de la alimentación. De esta forma han logrado sobrevivir, crecer sus operaciones globales o corporativas, y por supuesto, generar utilidades para sus accionistas. Esta es la lección más importante para las terceras generaciones que hoy son parte del management de las empresas familiares locales: Expandir sus operaciones más allá del negocio original. Sin embargo existe una barrera o freno a estas expansiones: La mentalidad tradicional de los predecesores que aún está cerrada a nuevas ideas.

A veces resulta muy difícil esta apertura mental, porque no nos engañemos, junto con la edad (la generación de las canas), aparece la reticencia a explorar nuevas vetas comerciales, a invertir en I+D (Investigación y Desarrollo) como herramienta clave de gestión, y a desconfiar de la capacidad de la juventud de su propia sangre. Tremendo dilema a resolver porque el tiempo apremia.

En mis conferencias cito que hoy el largo plazo -a diferencia de épocas pasadas- es una hora. Basta leer las revistas de negocios del exterior o consultar portales en internet, para comprobar que existen éxitos creados en apenas un año, como también en el mismo tiempo, la quiebra de empresas con varias décadas encima. Estoy seguro que la continuidad de las empresas familiares ya no pasará por tal o cual generación. Se siente ya que el desafío presente y futuro de las compañías, marcas, productos y servicios, así también como personas (personal branding), pasará por vivir y trabajar inteligentemente en una dinámica eterna de cambios, adaptaciones y expansiones con la vista puesta más allá del cercano horizonte.

consultaleapedro@gmail.com

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