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Pedro Cabrera

Pedro Cabrera

Consultor Senior de Marketing y Comunicación

La fidelidad laboral

La mente del trabajador promedio está distraída, no ausente; distraída en cómo generar más dinero para alimentar y satisfacer la locomotora personal y la que hay en casa.

POR PEDRO CABRERA

Consultor Senior de Marketing y Comunicación
consultaleapedro@gmail.com

Partamos del postulado de que nadie debería trabajar en una empresa que odia. Sin embargo, la realidad diaria a veces nos presenta matices diferentes a lo que debería ser normal, consecuente, correcto o lógico. Por ejemplo, que los empleados sean leales debería ser una obviedad. Y le pregunto a usted que seguramente tiene una empresa sin importar el porte: ¿No siente cada tanto que duerme con el enemigo? No se asuste si la respuesta es positiva, pero debería encender una señal de alarma o alerta.

Porque ninguna empresa puede crecer de manera sostenible y asegurarse éxito en el mercado donde interactúa con el público, si no cuenta con empleados fieles, confiables y comprometidos.
Menuda responsabilidad tiene en este tema el actual departamento de Recursos Humanos o de contratación de talento. En el complejo ajedrez del comportamiento humano, son quienes eligen las fichas o piezas -entre tantas- antes de iniciar el juego. Simbólicamente, los peones (operarios o personal de base), los alfiles, torres, caballos (mandos medios y/o ejecutivos), rey y reina (gerentes generales y directores). Pero es bueno aclarar que pasado cierto tiempo, las piezas pueden sentirse tentadas a jugar otro juego muy diferente para el que fueron convocadas.

No es el hombre quien se volvió complejo, es “su mundo” o entorno circundante quien le complica o dificulta la existencia, en especial la laboral donde cohabita más de la tercera parte del día. La infatigable búsqueda del éxito personal, el hambre de protagonismo, el “ser si tienes, sino no eres”, la presión hacia el consumo de marcas, desarrollo de hábitos y emulaciones hacia el clan más cercano, son algunas de las pastillas que hoy nos venden (aunque la mayoría son gratuitas), los medios de difusión tradicionales y las redes sociales a través de sus diferentes y masivas plataformas. Esta presión social que consiste en parecer más que ser, afecta no solo a los trabajadores… sino a sus familiares, quienes desde cortísima edad comienzan a demandar indumentaria determinada, tecnología, viajes, juguetes inverosímiles (por ejemplo Bley Bley y Pop it), consumo alimenticio en determinados lugares, entre otras tantas bellacadas.

¿Por qué comento todo esto? Creo firmemente que hoy la mente del trabajador promedio está distraída, no ausente. Y deseo que lea bien esto: Distraída en cómo generar más dinero para alimentar y satisfacer la locomotora personal (uno mismo) y la que hay en casa (familia). Es el cuento de nunca acabar. Usted ya habrá escuchado -capaz hasta en su propia mente- frases como “el sueldo ya no alcanza para nada”, “no puedo ahorrar pese a que tengo un buen ingreso”, “si no trabajamos los dos (pareja), es imposible dar una infancia digna a nuestros hijos y vivir mejor”. Y todo este abanico de razones abre la posibilidad a que alguna Caja de Pandora -recipiente griego que contenía todos los males del mundo- se abra y alguna mente pase al lado delincuencial en cuestión de segundos. Un viejo refrán decía: “La ocasión hace al ladrón” y vaya que es cierto.

Ahora bien, ¿cómo evitar que la presión social, el seguir los pasos de la manada y otras tantas vías influyentes, no terminen pudriendo la mente de los trabajadores? Le menciono algunas estrategias que me sirvieron para “calmar a las fieras” a lo largo de estos años.

  • Capacitación de impacto familiar (Algunos temas: Finanzas personales, planificación familiar, como influir en la niñez y adolescencia, etc.)
  • Técnicas de potenciamiento de la Autoestima (del empleado).
  • Cómo llevar una vida minimalista (invitando a que la familia escuche y participe).
  • Fortalecimiento de valores personales y familiares, etc.
    Si desea trabajar para que sus empleados no se descarrilen y puedan cometer errores irreparables -hasta donde el más fiel termina pecando- hay que trabajar un plan de contención anual. No se trata de dos o tres acciones y a dormir. Piense que mientras usted está moldeando a un empleado “de bien”, existe fuera de la empresa un tsunami de enemigos, por ejemplo, la estólida corriente izquierdista mundial que le echa la culpa de todo a la empresa privada… hasta del dengue.
    Por eso, comience a moverse. Esté alerta. Prenda la luz amarilla (no la roja), y comience a realizar acciones para mantener la fidelidad de su personal. De esta forma usted será el primero en enterarse de cualquier problema. No como en la vida diaria donde el dañado por una infidelidad es el último que se entera.
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